MI OPINIÓN SOBRE "CASTELLANOS, A LA MANO DEL PARAÍSO"
Si te digo, paciente lector, que vengo
a hablarte de una novela histórica de aventuras, es posible que
tengas pocas ganas de echar un vistazo a “Castellanos, A La Mano
Del Paraíso”. Temerás encontrarte de nuevo con uno de esos
mamotretos en que el autor pretende demostrarnos lo mucho que sabe de
Historia, enlazando hechos con pobres excusas narrativas para llenar
páginas.
Nada más lejos de la realidad.
Jesús Velasco ha escrito una novela de
aventuras, una ficción perfectamente verosímil y maravillosamente
contextualizada, sin caer en la pedantería que abunda en este género
y consiguiendo esa magia, esa telepatía contigo, paciente lector,
que te hace pensar “Me leo otro capítulo y ya lo dejo” al menos
dos o tres veces al día.
Y ese es el gran hechizo que sólo los
verdaderos escritores pueden llevar a cabo.
Diego Castellanos, nuestro
protagonista, será también el narrador y guía a través de una
época plagada de acción y aventura que definió la actual
estructura de nuestro mundo. Y lo hace en forma de “memoria de
probanza”, es decir, un testimonio ante la autoridad en que trata
de demostrar lo lícito de sus actos e incluso ganar alguna
recompensa por ellos.
Sabiendo que la narración empezaba en
el 1520 temí encontrarme con un lenguaje difícil, plagado de
vocabulario específico o en desuso, que suele hacer complejo abordar
historias de este tipo. Mi primera satisfacción fue que el autor ha
logrado, respetando las formas, hacer asequible el contenido y hacer
que la lectura sea fácil, de ritmo ágil y contagioso. Como una
sinfonía compleja en su creación pero tan bien orquestada en su
ejecución que nos hace dar palmas y mover los pies sin necesidad de
saber solfeo, por el puro disfrute.
Castellanos nos lleva a recorrer el
mundo, un mundo ya desaparecido pero del que tenemos referencias
suficientes como para no perdernos, y del que aprenderemos mucho sin
esfuerzo ninguno. La exactitud de su documentación y el amor por la
Historia de su autor se hacen patentes en cada página. Te confesaré,
paciente lector, que repasé no pocas fechas y hechos de los aludidos
en la obra con cierto aire de crítico, con intención de “pillar
en un renuncio” al narrador, pero su pulcritud y conocimiento de la
época son inapelables. No hace falta ser experto en Historia, ni
siquiera aficionado, para sentirse cómodo en la lectura. Pero si lo
eres te aseguro que no quedarás decepcionado.
Por tanto, sólo me queda invitarte a
disfrutar de este libro, de esta aventura vital en la que el héroe
puede caernos mejor o peor (no deja de ser un tema sensible la
actuación de los españoles en Europa y América en aquella época
en que se pensaban dueños del mundo por la gracia de su dios) pero
consigue apasionarnos y llevarnos de la mano en su emocionante viaje
por Castilla, Flandes, el Nuevo Mundo y un sinfín de paisajes que
se convirtieron en escenarios de la Historia merced a la rebeldía,
el inconformismo y la lucha vital de quienes los habitaron. Una
novela, por tanto, que puede leerse como una entretenida narración
de aventuras pero también como la crónica de nuestro propio origen
y de las relaciones que, en gran parte, conforman nuestro mundo y
explican quiénes somos.
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