jueves, 30 de enero de 2014

SOBRE LAS PUERTAS (2)

http://www.youtube.com/watch?v=HBfeJGpI0zA




Extracto de la correspondencia entre Fernando Deza y Julián Deza, de los archivos de Sebastián Deza, 1943.


(...) Por el momento, me veo obligado a dejar la traducción de mi parte del libro. Mis avances han sido muchos e importantes. Pero también el coste para mi salud, y para mi cordura.
Las páginas del libro que me acompañan en mi exilio revelan secretos sobre lo que tú llamas la “segunda puerta” y mucho más sobre una “tercera puerta”.

lunes, 27 de enero de 2014

ALGUIEN DEBE APRETAR EL GATILLO

http://www.youtube.com/watch?v=2OM7xoHwEmI




CERCA DE LA PRIMERA PUERTA. ALGUIEN DEBE APRETAR EL GATILLO.



El chico de la camiseta de Manowar regresó a la barra del Purgatorio, dejando sobre el tapete el taco de billar.
-Jodido guiri –murmuró entre dientes, acodándose en la barra.
El jodido guiri, un tipo rubio y alto, tan desgarbado que parecía un personaje de Tim Burton, había ganado a todos los que entraron a jugar en la mesa de billar que presidía la zona de juegos del bar. Pegadas a la pared del fondo había dos dianas, ahora vacías y apagadas dado lo tardío de la hora, y entre las dianas y el billar, unas pocas mesas casi desocupadas.
En la barra, situada en un plano más bajo, había tres hombres más, que trataban de flirtear con la única mujer presente, una muchacha castaña y pecosa, cuyo escote parecía una oferta de trabajo para lenguas ociosas.
La chica, al ver que la partida de billar había terminado, pidió dos jarras de cerveza y abandonó la barra, ante la decepción de los muchachos. En los altavoces, Barricada empezó a desgranar las notas de su “Balas blancas”, mientras la muchacha balanceaba sus rotundas caderas, haciendo bailar el plisado de su minifalda, y entregaba una jarra al tipo desgarbado. Él la aceptó, y ella, agachándose, introdujo una moneda en la ranura e hizo salir las bolas.
Al preparar el triángulo, ambos se miraron en silencio, reconociéndose en un plano más profundo que el que permitía ver la lámpara cónica sobre la mesa.
“Eiszeit, chico, creí que nunca terminarías con esos niñatos”, dijo una voz desgarrada y seca en la mente del hombre desgarbado.
“Muérdago. Me ha costado reconocerte con ese disfraz. ¿No pudiste poseer un cuerpo más discreto?”
La muchacha se preparó para el saque, agachándose un poco más de lo necesario, mostrando una generosa vista de sus pechos.
“Tiene unas tetas preciosas, ¿verdad? Llevo toda la noche bebiendo gratis”
“Me alegro por ti”, respondió el llamado Eiszeit. “Dime ahora lo que me interesa saber”
El golpe, propinado con más fuerza de la que el menudo cuerpo de la chica auguraba, no hizo entrar ninguna bola en las troneras. Eiszeit se entretuvo, analizando las posibles jugadas, mientras el espíritu desgranaba su informe.
“No pude hacer gran cosa. Deza, eso es seguro, guarda sus archivos en casa, no en la librería anexa. Pero me fue imposible acercarme demasiado, tiene un buen montón de protecciones contra espíritus de todo tipo. Ni su ángel de la guarda podría llegar a entrar”
Sin alterar el gesto más que por una leve tensión en la mandíbula, Eiszeit empezó a meter las bolas de franjas, una a una, con la rutinaria seguridad de un experto.
“Engañé a un tipo, un librero de viejo de Salamanca, para que entrase en la librería e hiciese algunas preguntas”, continuó el espíritu “y parece seguro que Deza posee una copia del De Oculta Civitatis. Aunque desde luego no está dispuesto a venderla”
“Desde luego. Nadie sería tan tonto como para venderla”
El rostro de la mujer sonrió, mientras unas nubes negras, como chorros de tinta en agua clara, cruzaban sus globos oculares.
“Yo te vendería el libro por unos cuantos años en esta parte del velo”, afirmó.
Eiszeit falló el siguiente tiro, en parte porque las bandas del billar resultaban algo blandas, y su apoyo perdió fuerza, y en parte para alargar algo más la partida.
Bebió un trago de su jarra mientras el espíritu seguía hablando.
“Y por unos meses, tal vez un año, puedo cargarme a Deza en la calle y así tú podrías buscar el libro”
“Si un Despierto mata a Deza, romperemos la tregua y seremos castigados”
“Pero tu Maestro desea romper la tregua”, protestó el espíritu, “y yo también. Hace casi un siglo desde que empezamos la última guerra, y echo de menos el sabor de las almas”
Eiszeit apuró su jarra, dejándola sobre la barra. Se inclinó sobre la mesa y metió las dos bolas de franjas que faltaban mientras “No hay tregua” empezaba a sonar en el hilo musical del bar.
“Si haces cualquier cosa que rompa la tregua, será por tu cuenta y riesgo. Mi Maestro no lo desea, y escúchame bien, te perseguirá con identica saña que el mismo Juez”
Un toque leve como una caricia hizo caer la bola negra en la tronera.
“Al amanecer”, siguió Eiszeit, “abandonarás ese cuerpo y regresarás a la Ciudad. Te llamaré si te necesito. Yo me ocuparé de Deza”
“¿Y de dónde vas a sacar a un durmiente que pueda sortear los hechizos y protecciones, que pueda enfrentarse a Deza?”
El alemán sonrió. Al hacerlo resultaba más frío y desagradable que cuando amenazaba, tal vez porque amenazaba más a menudo de lo que sonreía.
“Tengo a un idiota que se cree Despierto, y que ya ha trabajado alguna vez para mi, buscando libros arcanos. Será cuestión de tiempo que consiga enfrentarle a Deza mientras juega a los detectives cazafantasmas”
“¿Ese tal Silencio al que adiestraste? Los espíritus no están muy contentos con él...”
“No me preocupa”. Eiszeit dejó la mesa de billar, cogiendo su abrigo del perchero que había junto a la puerta. “Está preparado, y será capaz de sobrevivir hasta que me sea útil contra Deza. Tú recuerda, al amanecer te irás”
Y sin dedicar una última mirada al voluptuoso cuerpo del espíritu, salió del bar.

Con un encantador mohín de disgusto, la chica de pelo castaño regresó a la barra, paseando sus ojos sobre los pocos clientes que quedaban. Escogió a uno que vestía una camiseta de Manowar, el que con más descaro respondió a su mirada, y se sentó a su lado, tan cerca que sus pechos rozaban el brazo del hombre. Pensaba sacar partido a aquél cuerpo antes de abandonarlo al amanecer. Y sin protección. Las consecuencias para la chica no importaban demasiado a Muérdago. En realidad, cuando se despertase al día siguiente junto al chico, incapaz de recordar lo ocurrido, desnuda y desorientada, hasta era posible que le denunciase por violación. Y eso a Muérdago le resultaba una posibilidad divertidísima.

sábado, 25 de enero de 2014

SOBRE LAS PUERTAS



"La novela, que para mí no es una obra de arte, es por encima de todo la descripción del discurso de un determinado fragmento de la realidad, imaginada o verdadera –lo mismo da-, pero de la realidad definida en el sentido de que lo principal en ella es el contenido en lugar de la forma. Evidentemente, esto no excluye la fantasía más desenfrenada en el tema y en la psicología de los personajes. Se trata únicamente de que el lector se vea obligado  a creer que las cosas son o pudieran ser así y no de otra manera"
Stanislaw Ignacy Witkiewicz, conocido como Witkacy, en el prólogo de Insaciabilidad






 EXTRACTO DE LA CORRESPONDENCIA ENTRE JULIAN DEZA Y FERNANDO DEZA,DE LOS ARCHIVOS DE SEBASTIÁN DEZA. 1943.


(...)Y pese a la muerte de Ricardo, el sentimiento de euforia que me embarga es legítimo y no creo faltar a su memoria, sino más bien honrarla, al hablarte de ello.
Como ya te conté en mi anterior misiva, el prisionero polaco que compartió con Ricardo las penurias del campo logró llegar hasta mi, entregándome la llave que mi primo obtuvo en Zakopane, y que perteneció a Witkacy.

miércoles, 22 de enero de 2014

PUERTA II. La luna no es suficiente, CAPÍTULO 7.


CAPÍTULO 7, FINAL

Por el temor de quererme
tanto como yo te quiero,
has preferido, primero,
para salvarte, perderme.
Pero está mudo e inerme
tu corazón, de tal suerte
que si no me dejas verte
es por no ver en la mía
la imagen de tu agonía:
porque mi muerte es tu muerte.

Xavier Villaurrutia





Me detuve un par de minutos en el portal, llenando las jeringuillas con el contenido de las ampollas de anestésico. Mis manos temblaban, torpes como un cerdo patinando sobre hielo, pero un par de respiraciones profundas y unas pocas pastillas más fueron suficientes para centrarme en lo que tenía que hacer.
Subí las escaleras despacio, intentando no hacer ruido, zambulléndome a cada paso en el dolor dormido de mis costillas. La anfetamina hacía su efecto, y pese a la boca temblorosa, la sensación de ahogo y la rabia, me sentía fuerte y centrado.

sábado, 18 de enero de 2014

PUERTA II. La luna no es suficiente. CAP 6.


CAPÍTULO 6

No tengo nada contra las religiones, excepto su parecido con el orgasmo, ya que nos  muestran paraísos que no pueden convertir en eternos.

martes, 14 de enero de 2014

PUERTA II. La luna no es suficiente. Cap. 5





CAPÍTULO V

El monstruo llegó hasta la esquina. Me mantuve quieto y en silencio. Atacó a los vagabundos mientras yo escapaba. Llegué al hotel, me armé y conseguí cazar a la bestia. Los vagabundos murieron destrozados, aunque a nadie le importó.

sábado, 11 de enero de 2014

PUERTA II. La luna no es suficiente. Cap. 4





En el año 2013 se han denunciado en Castilla y León 5.949 ataques de lobos en zonas rurales, la inmensa mayoría a reses.
Las autoridades han determinado que el 86,5 % de dichos ataques son, efectivamente, obra de lobos, empujados por el hambre. El 11,5 % se achacan a grupos de perros salvajes, surgidos del abandono de los humanos.
El dos por ciento restante ha quedado "sin determinar por falta de evidencias claras".
Un dos por ciento no es demasiado.
Tal vez, un número tan pequeño que no merezca la pena calcularlo la próxima vez que camines bajo la luz de la luna. Seguramente tengas otras cosas en qué pensar.


"Enfréntate a la bestia con sus propias armas, y descubrirás que no eres tan fuerte"
Seth, en El Señor de las Bestias.



CAPÍTULO IV



El trabajo de detective se basa en unos pocos pilares básicos. Observación, perseverancia, mente abierta y poco más. Como decía Holmes, cuando todo lo imposible ha sido descartado, lo que queda, por improbable que parezca, es la verdad.
Así que cuando aquella imponente mujer se desabrochó la blusa y vi sus grandes pechos agitarse con furia mientras se la arrancaba, cubriéndose de pelo un instante después, la verdad quedó bastante clara.
El rostro de la mujer empezó a moverse dentro de su piel, mientras sus huesos y músculos se reordenaban y sus ojos parecieron encogerse, hundirse en las cuencas, tal vez un efecto óptico debido a la prolongación de su boca en un hocico.
No me quedé a ver el resto de la película.
Traté de levantarme, cogiendo a mi amante fortuita para apartarla de lo que se avecinaba, pero ella aún cerraba con fuerza sus piernas sobre mí, y yo estaba clavado como una mariposa en el tablero de un coleccionista. Como una mariposa muy excitada.
-¡Tenemos que largarnos! –grité a la vez que rodábamos sobre la cama, abrazados, con sus caderas aún moviéndose- ¡Rápido!
Caímos al suelo, con la cama entre la mujer lobo y nosotros, con la chica del bar sobre mí. En lugar de levantarse y salir corriendo, lo que hizo ella fue seguir moviendo sus caderas, saltando con lujuria renovada sobre mí, y la mezcla de terror, excitación y adrenalina convirtieron aquello en la más salvaje experiencia sexual que recuerdo. Duró apenas tres segundos, el tiempo que tardó ella en responder entre jadeos.
-No tienes ningún sitio al que huir, imbécil...
El gruñido ronco que vino del otro lado de la habitación parecía apoyar la idea. Yo tampoco estaba en posición de discutirla.
El siguiente momento fue muy confuso. Al mismo tiempo que ella llegaba al climax, mi cuerpo respondió, derramándome dentro del suyo como una presa que se abre, y ambos nos tensamos en perfecta armonía, mi grito involuntario uniéndose a su chillido de placer, de triunfo, y al aullido de rabioso dolor de la cosa al otro lado de la cama.

miércoles, 8 de enero de 2014

PUERTA II. La luna no es suficiente. Cap. 3

Las bestias, ansiosas de carne, son monstruos que teméis y odiáis. No porque os resulten amenazantes, ajenas, lejanas e incompresibles, sino tal vez porque de cerca, mirándoles a los ojos, podéis entender su ansia, vuestra propia ansia de carne, de calor de sangre compartida, podéis compartir el hambre de ser devorados, y entender tal vez que la única diferencia es que la bestia, honesta hacia su propia naturaleza, asume su forma y vive, plena, fuerte y egoísta, sin mentirse ni mentir a otros.



CAPÍTULO III





Encendí mi móvil al salir de casa de María, y en unos segundos me llegó un mensaje de mi contacto en la policía. Me informaba del hallazgo de un nuevo cadáver, otra prostituta que trabajaba en la misma zona que las primeras, y que había muerto en parecidas circunstancias la noche anterior, aunque la habían encontrado durante la tarde del día de hoy. La escena, esta vez, no era una habitación de hotel, sino un callejón de la zona de Cantarranas.
Me colgué al cuello la cadena de plata y me dirigí al escenario del crimen, aunque sabía que la poli no iba a dejarme meter el hocico por allí.
Atardecía ya, uno de esos atardeceres de septiembre que parecen crema espesa en un cielo sucio, y la llegada de la noche no era un buen augurio. El lobo había atacado la noche anterior, y supuse que estaría enfebrecido de sangre y ansia.

lunes, 6 de enero de 2014

PUERTA II :"La luna no es suficiente" Cap.2

Nunca está de más llevar una luz en la mano cuando nos adentramos en las sombras. Por eso este capítulo pretende ser esa luz, una vela temblorosa y pequeña, muy pequeña, que pueda servir para entender un poco lo que hay en la oscuridad.
Un recuerdo de que no hay que temer a la oscuridad, sino lo que en ella se esconde.



CAPÍTULO II.

-¿Qué quiere decir cuando se refiere a un “hombre lobo”, señor Silencio?
La señora de la casa, a la que llamaré María, me miraba desde su pulcro sofá mientras sujetaba su bebida. Si hubiera sido un té, la cosa resultaría muy miss Marple, pero el estado de nerviosa postración en que se encontraba tras la muerte de su hija la había llevado al gintonic mañanero sin ningún pudor.
Yo me serví un Cardhu, y me di un tiempo para disfrutar su profundo sabor a madera. O lo que yo considero sabor a madera, claro, no voy por la vida chupando muebles.
-Usted ya sospechaba algo fuera de lo normal, señora. Por eso me buscó a mí en lugar de a un detective más corriente. Estoy seguro de que se trata de un hombre, porque el componente sexual entre los preternaturales es tan común como entre los humanos.
-¿Cree que mi hija fue... atacada sexualmente?
Me apresuré a sacudir la cabeza, negando la posibilidad. Aunque no seria extraño que el hombre lobo hubiese violado a las víctimas, saberlo no ayudaría a mi cliente.  Bastante tenía la pobre mujer. Dio un sorbo a su copa mientras yo continuaba con mi explicación.
-Estos seres son más comunes de lo que la gente cree, señora. No se trata sólo de personajes de películas y libros. He cazado a unos cuantos, y estoy seguro de que aquí tenemos a un hombre lobo, alguien capaz de transformarse en mitad humano, mitad animal. Con la fuerza suficiente como para hacer lo que le hizo a esas chicas, y la rabia, la falta de escrúpulos necesarias para que no le importe hacerlo.
En su forma humana, será un tipo normal, el vecino soltero y solitario con el que nos cruzamos todos los días, un poco hosco y con tendencia al mal humor. Rabioso, frustrado por algún motivo. Pero cuando cruza el velo, cuando esa fuerza se manifiesta...  se convierte en una bestia guiada por instintos.
-¿Con la luna llena?
-No es imprescindible. Es una cuestión de cómo de fuerte es.

viernes, 3 de enero de 2014

PUERTA II : "La luna no es suficiente" Cap.1




Siempre se puede aprender de la luna. Siempre se puede aprender de la noche. Siempre se puede aprender de lo que no hicimos. Pero es mejor arrepentirse de lo que hicimos, aunque cada noche, por nuestros poros suden males en licuadas pesadillas sin entrañas. En esas nos veremos.


LA LUNA NO ES SUFICIENTE
Capítulo I

Si fuera un álamo, una luna, un dios luciente... Más sólo soy un hombre en la ladera, un hombre sólo, apasionadamente.

Vicente Gaos.


Mi nombre es Jonathan Silencio, y mi trabajo es que sigáis creyendo que vivís a salvo. Ambas cosas son falsas.
Escogí ese nombre por el personaje de Algernon Blackwood, un investigador de lo oculto que él llamó J. Silence, cuando volví de la muerte. En aquel momento, y aún hoy, yo no tenía memoria de mi pasado, ni recordaba mi nombre o cualquier otro dato sobre mi vida. Así que escogí ese nombre, que después de todo pegaba con mi nuevo trabajo.
Soy detective, investigador, guardián, cazador, como se quiera llamar. Investigo lo que otros ignoran, me muevo por las sombras de la noche para cazar lo que, de otro modo, os cazaría a vosotros. Y tampoco se me caen los anillos por buscar a vuestro perrito o sacar fotos de vuestro marido y su amante, si pagáis bien.
Llevaba cuatro noches pateándome las calles de Valladolid, buscando pistas sobre una serie de asesinatos que la policía achacó primero a bandas callejeras y después a perros callejeros. Eran tan inútiles que su siguiente paso sería culpar a planos callejeros, pero por suerte, a mí me contrataron antes.
La madre de una de las muchachas muertas había decidido que, tras dos meses sin pistas, la policía no iba a conseguir nada, y que contratar a un tipo discreto y con experiencia sería lo mejor.
La madre, cuyo nombre omitiré, había visto el cadáver de su hija antes de que los forenses lo arreglasen. Fue ella la que lo encontró, en la cochera de la familia, sobre y bajo el coche de la familia, y un poco en las paredes de la cochera de la familia.
La noche del sábado, la chica salió con sus amigas a tomar unas copas y bailar. Según las declaraciones de estas amigas a la policía y mis conversaciones con ellas, se perdieron de vista en la zona de Cantarranas, y cuando intentaron contactar con ella, el teléfono de la víctima estaba apagado.
Al parecer, alguien la siguió desde la zona de bares hasta su casa, y ella fue atacada al entrar por la cochera. Yo suponía que no usó la puerta principal porque la cochera quedaba más cerca de su habitación y no quería despertar a sus padres, aunque ese era un detalle menor. Simplemente, no me gustan los cabos sueltos.

Las anteriores víctimas, según los informes policiales que un agente más amigo del dinero que de la honradez me había fotocopiado, fueron tres prostitutas, muertas en dos noches diferentes del mes de agosto. La policía pensó que se trataba de una lucha entre bandas rivales, y que las putas murieron en alguna revancha o aviso de una banda hacia la otra. Un enfrentamiento por el territorio, una llamada de atención para las demás chicas de la calle. Algo así.
Esto habría tenido algo de sentido si las víctimas hubieran muerto tiroteadas, rajadas o algo así, pero no era el caso. Las tres murieron de la misma manera. Encerradas en una habitación, una de ellas sola, y las otras dos juntas la noche siguiente, fueron atacadas por perros que destrozaron sus gargantas y las destriparon. Imagino que no fueron muertes rápidas ni fáciles.
La teoría de la poli era muy simple. Los miembros de la banda A, tratando de asustar a las chicas que trabajan para la banda B, secuestran a un par de putas, las encierran en una habitación de hotel, sueltan a los perros y dan un escarmiento, dejando allí el mondongo.
La teoría de la poli era una gilipollez.
En primer lugar, meter a uno o más perros de buen tamaño en un hotel, por mucho que fuese una pensión de mala muerte, no es algo que se haga discretamente. Además, las chicas trabajaban para la banda B, unos rumanos bastante chungos, y estaban en su zona. Entrar en territorio de una banda enemiga con perros salvajes y gente suficiente como para controlar a dos rehenes a la vez... vaya, eso en mi barrio es pelea.

Yo estaba en mi habitación de La Cueva, una hostelería bastante decente, con la ventaja de que sólo tiene dos pisos y se puede saltar desde el balcón y huir por la calle Correos o por Campanas, y perderse en las estrechas calles circundantes si las cartas vienen mal repartidas.
Llevaba cuatro cigarros y un par de Jack Daniels cuando conseguí entrar en el ordenador de la Poli y ver las fotos de las escenas del crimen. Mi contacto en la policía pedía demasiado por ellas, y la pensión tienen wifi, así que tomé el camino difícil.
Acabé el bourbon de un trago al ver la habitación con los cadáveres de las dos chicas. Era como si alguien hubiese lanzado dos Monster Hiigh y un kilo de albóndigas contra el ventilador del techo. Hice de tripas corazón, como alguien había hecho ya con ellas, y examiné las fotos con toda la objetividad posible. Me costó otra copa.
Aquello era tan salvaje que habría hecho vomitar a los perros.
Además, si uno se fijaba en las marcas de zarpas de la pared y los desgarrones de los colchones, estaba claro que aquello no era obra de ningún perro.
La única conclusión posible, la que jamás se plantearía la Policía, era la que yo confirmé al ver aquellas fotos de la habitación, por cuyas ventanas se veía claramente una luna menguante.

Había un hombre lobo cazando en Valladolid.

ENLACE AL CAPÍTULO 2



miércoles, 1 de enero de 2014

PUERTA I :"La parábola de los perros" Final





LA DESTRUCCIÓN DE LOS HECHOS

No había nada de preternatural en el aspecto de la finca; ningún olor extraño, ajeno a las hierbas aromáticas que crecían en la propiedad, ninguna sombra amenazante, procedente de ángulos increíbles o pliegues espaciales ajenos a lo humano. El interior de la casa, oscuro y algo frío, no parecía ofrecer ninguna amenaza, aunque estaba teñido de la pesada atmósfera que el inspector Barrero había sentido ya en decenas de escenarios de crimen.
Sin embargo, el inspector no dejaba de vigilar a su prisionero que, escoltado por los agentes, avanzaba con aquella extraña calma por el pasillo que conducía al salón.
Sólo se detuvo unos instantes antes de cruzar el umbral, para pedir al agente más cercano un cigarrillo. El policía interrogó a Barrero con la mirada, y éste asintió. La Científica ya había terminado su trabajo en la casa, y no había peligro de que el cigarrillo contaminase las pruebas. Pruebas, por otro lado, que parecían innecesarias ante la evidencia de los hechos.

PUERTA I :"La parábola de los perros" Cap.3 de 4







LA DECLARACIÓN DEL REO

Conocí al profesor Largo en la universidad, durante mi época de estudiante, y no tardé en entender que aquel sabio excéntrico era una de las más prodigiosas mentes que el mundo haya alumbrado jamás.
Su erudición parecía no tener límites, su paciencia a la hora de atender y ayudar a sus estudiantes era admirada por todos en el campus, y su capacidad de trabajo parecía imposible en un hombre tan enjuto y poco destacable físicamente.
Mis estudios de psicología me llevaban, como no puede ser de otra manera, a inquietarme e interesarme por los vericuetos de la mente humana, de su funcionamiento y características, y así entré en relación con el profesor, cuyo conocimiento de estos entresijos le convertía en el mejor de los maestros. Gracias a él conocí las filosofías de los antiguos, los primeros atisbos del conocimiento humano enfocado sobre sí mismo, y descubrí poco a poco muchas de las lagunas que ningún estudio al uso podría llenar jamás.
El profesor Largo estaba interesado, según supe cuando nuestra relación empezó a convertirse en amistad sincera, en ampliar la capacidad de introspección de la mente humana hasta más allá de lo que cualquiera lo hubiera hecho antes. Decidí ayudarle en su búsqueda, y fue así como llamamos a la ruina y la demencia y las atrajimos hasta nosotros. ¡Que perdone el cielo la locura y la morbosidad que atrajeron sobre nosotros tan monstruosa suerte!
El profesor era partidario del uso de sustancias naturales, extraídas de plantas como las artemisas y algunas variedades de selenes y amapolas, que permitirían la expansión de la conciencia humana.
Tal vez sea éste un concepto que les cueste entender, pero como policías conocerán los efectos de ciertas drogas o hierbas sobre los toxicómanos. El trabajo del profesor sirvió, mediante el uso de sustancias parecidas, para conseguir efectos mucho más benéficos para la humanidad.

PUERTA I :"La parábola de los perros" Cap.2 de 4






LO QUE SABEMOS DEL SOSPECHOSO

Gerardo Carrión, de cuarenta y dos años, era natural del pueblo, donde había vivido durante toda su infancia, hasta que lo abandonó para cursar sus estudios de bachillerato en la capital, viviendo en casa de unos tíos que regentaban un herbolario, en el que trabajaba en sus ratos libres.
Tras el instituto, inició en la misma capital estudios universitarios de psicología, que abandonó al poco para ayudar a sus padres, agricultores en el pueblo, hasta que ambos fallecieron por enfermedad. Con el tiempo, convirtió la pequeña propiedad familiar en un huerto de hierbas que abastecía en parte el herbolario de sus tíos, viviendo a medio camino entre la capital y el pueblo, sin causar más problemas que algunas sospechas sobre el cultivo de marihuana en sus terrenos, que se creía que vendía luego en la capital, y las visitas más o menos habituales de mujeres desconocidas y pocas veces repetidas, cosa que no le convertía en sospechoso de nada, pero sí en una rara avis para las comadres locales.