LA MALDICIÓN DE HILL HOUSE; IMAGEN Y PALABRA
LA MALDICIÓN DE HILL HOUSE; IMAGEN Y
PALABRA
Todos los aficionados a la literatura
pasamos cierto miedo cuando una obra es adaptada a televisión o
cine. En el caso de la obra de Shirley Jackson tenemos una mal
antecedente en The Haunting (1999), completamente prescindible, y un
meritorio trabajo en la película de Robert Wise de 1963, La Casa
Encantada. Así que me acerqué con reservas a la nueva versión de
Netflix.
El primer momento, con la voz en off
narrando el inicio textual de la novela, parecía prometedor. Sin
embargo, estuve a punto de cambiar de canal cuando me encontré a una
familia numerosa atravesando alegremente el hall de la mansión.
La novela de Jackson tiene un
planteamiento diferente, mucho más apegado a la tradición de los
detectives preternaturales como Martín Hesselius, John Silence o
Thomas Carnacky. Estos investigadores, propios del final del siglo
XIX y principios del XX, plantearon una interesante revolución en el
relato de terror, protagonizado hasta entonces y aún ahora por
personajes que involuntariamente se ven envueltos en historias de
fantasmas o acosados por monstruos de todo tipo. El habitual
protagonista víctima pasa a ser un buscador activo del fenómeno
oscuro, un estudioso cuyos conocimientos y experiencia le permiten
enfrentarse a lo extraordinario en términos de igualdad. Deja de
actuar por pura reacción, siendo capaz de anticiparse a los hechos
oscuros, a las intenciones de lo maligno.
Esa es una diferencia fundamental entre
la novela, en la que el doctor en Filosofía John Montague acude a la
casa con intención de indagar sobre sus posibles fenómenos, y la
serie, protagonizada por una familia que adquiere la casa con
intención de reformarla, desconociendo sus oscuros antecedentes.
Por tanto, el protagonista activo se
convierte en protagonista pasivo, cambiando la dinámica básica del
relato y perdiendo la iniciativa.
Sin embargo, la adaptación crece en
interés cuando nos damos cuenta de que los hijos de esta familia son
una versión de los ayudantes del doctor Montague. En la novela, Theo
y Eleanor son dos jóvenes mujeres elegidas por el filósofo tras
haber mostrado una alta sensibilidad a los fenómenos
preternaturales, mientras que Luke es el heredero de la mansión,
enviado allí por la familia tanto para supervisar el comportamiento
de los investigadores como para buscarle una tarea de responsabilidad
que limite su disoluta vida. Un niño rico, irresponsable pero
encantador, bondadoso aunque poco de fiar, un hedonista que veremos
transformado en toxicómano irredento, pero con el mismo buen fondo,
el mismo deseo de hacer lo correcto y la misma carencia de la
voluntad necesaria para conseguirlo.
Theo, por su parte, es un personaje
dotado de una fuerte PES, percepción extrasensorial. En la novela lo
manifiesta adivinando cartas mientras que en la serie será el tacto
lo que le transmita sensaciones y conocimientos. Jackson nos deja
claro mediante elegantes insinuaciones que ella es lesbiana, lo que
supongo resultaba muy difícil de decir en 1959, y esta
característica se mantendrá en la serie, mostrándonos en ambos
casos un personaje sensual y sensitivo, muy volcado en las
percepciones y con una fortísima personalidad que lleva a otro de
los personajes a definirla como “un puño con melena”. Será el
equilibrio perfecto para nuestro personaje central.
Eleanor, una mujer débil, condicionada
por haber tenido que cuidar de su madre enferma durante toda la vida,
está marcada por el fenómeno preternatural que vivió en su
infancia. La serie mantiene en esencia su carácter pusilánime y la
convierte en melliza de Luke, muy apoyada en la fuerza de sus padres
y mucho más sensible que otros personajes a la presencia del mal. Es
el hilo conductor del que Jackson nos hace tirar para avanzar en el
conflicto, estableciendo un enfrentamiento entre la corrupta alma de
la casa y la bondad inherente de quienes la visitan. Un juego
delicado, ya que Hill House tendrá momentos de violencia, como los
golpes recurrentes en el pasillo, y momentos de extraña ternura,
resultando memorable en este aspecto la escena en que Eleanor y Theo
están acostadas en la oscuridad, tomadas de la mano, consolándose
mutuamente... hasta que Eleanor se da cuenta de que Theo está lejos,
de que la mano que aferraba con fuerza es la de una presencia
sobrenatural. Un pasaje tan evocador y potente que ni la adaptación
de Wise ni la actual han podido prescindir de él.
Y es que Hill House no es un lugar
destructivo y maligno de manera plana o absoluta. No pensemos en
referencias como el castillo de Otranto o la mansión de Bly, lugares
en los que el terror gótico se manifiesta como una potencia
aniquiladora que escala en fuerza y violencia hasta la resolución
del conflicto. Hill House es un enamorado ansioso, un lugar solitario
que busca la compañía y el calor humanos. Incluso enviará mensajes
a Eleanor, escribiendo en sus paredes las palabras “Eleanor, ven a
casa” y atrayendo continuamente su atención hacia la habitación
de Abigail, la Habitación Roja en la serie, corazón indiscutible de
la mansión. Hill House es por tanto un personaje con entidad propia,
un lugar con voz y casi capacidad de diálogo con los humanos que
pasean por sus estancias.
La arquitectura de Hill House merece
algunas observaciones. Tiene mucho de lovecraftiana en su equívoca
geometría. No existen ángulos rectos ni pasillos sin curva o
inclinación, las puertas se cierran solas no por fuerzas fantasmales
sino por el desnivel de los suelos, y muchas estancias tienen salida
a varios sitios o a ninguno. Jackson plantea así una locura, una
aberración de base en la creación de la casa, fruto de una mente si
no enferma sí al menos anormal. Perspectivas equívocas, dimensiones
engañosas y ángulos extraños ayudan a Hill House a mantener sus
secretos, consiguiendo que el lector, el espectador, jamás se sienta
cómodo en sus habitaciones.
Tal vez por esta capacidad de la casa
para incomodarnos antes que asustarnos, Stephen King encontró en
ella inspiración para su Overlook y El Resplandor, y la novela se ha
convertido en un clásico indiscutible, una referencia para quienes
escribimos terror y una serie de calidad innegable que nos reconcilia
con el terror clásico, pese a las grandes diferencias entre una y
otra. Disfrutemos ambas, recuperemos incluso la versión
cinematográfica de Wise, pero tengamos cuidado de no dejarnos
arrastrar por el frío y oscuro corazón de Hill House. A fin de
cuentas, todo lo que camina por ella, camina solo.
J D Martín
Me fascinó la serie. Y disfruté de una cierta dosis de miedo.
ResponderEliminarSí, también yo 🤗
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