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jueves, 29 de noviembre de 2018

LA MALDICIÓN DE HILL HOUSE; IMAGEN Y PALABRA




LA MALDICIÓN DE HILL HOUSE; IMAGEN Y PALABRA

Todos los aficionados a la literatura pasamos cierto miedo cuando una obra es adaptada a televisión o cine. En el caso de la obra de Shirley Jackson tenemos una mal antecedente en The Haunting (1999), completamente prescindible, y un meritorio trabajo en la película de Robert Wise de 1963, La Casa Encantada. Así que me acerqué con reservas a la nueva versión de Netflix.
El primer momento, con la voz en off narrando el inicio textual de la novela, parecía prometedor. Sin embargo, estuve a punto de cambiar de canal cuando me encontré a una familia numerosa atravesando alegremente el hall de la mansión.

La novela de Jackson tiene un planteamiento diferente, mucho más apegado a la tradición de los detectives preternaturales como Martín Hesselius, John Silence o Thomas Carnacky. Estos investigadores, propios del final del siglo XIX y principios del XX, plantearon una interesante revolución en el relato de terror, protagonizado hasta entonces y aún ahora por personajes que involuntariamente se ven envueltos en historias de fantasmas o acosados por monstruos de todo tipo. El habitual protagonista víctima pasa a ser un buscador activo del fenómeno oscuro, un estudioso cuyos conocimientos y experiencia le permiten enfrentarse a lo extraordinario en términos de igualdad. Deja de actuar por pura reacción, siendo capaz de anticiparse a los hechos oscuros, a las intenciones de lo maligno.
Esa es una diferencia fundamental entre la novela, en la que el doctor en Filosofía John Montague acude a la casa con intención de indagar sobre sus posibles fenómenos, y la serie, protagonizada por una familia que adquiere la casa con intención de reformarla, desconociendo sus oscuros antecedentes.
Por tanto, el protagonista activo se convierte en protagonista pasivo, cambiando la dinámica básica del relato y perdiendo la iniciativa.
Sin embargo, la adaptación crece en interés cuando nos damos cuenta de que los hijos de esta familia son una versión de los ayudantes del doctor Montague. En la novela, Theo y Eleanor son dos jóvenes mujeres elegidas por el filósofo tras haber mostrado una alta sensibilidad a los fenómenos preternaturales, mientras que Luke es el heredero de la mansión, enviado allí por la familia tanto para supervisar el comportamiento de los investigadores como para buscarle una tarea de responsabilidad que limite su disoluta vida. Un niño rico, irresponsable pero encantador, bondadoso aunque poco de fiar, un hedonista que veremos transformado en toxicómano irredento, pero con el mismo buen fondo, el mismo deseo de hacer lo correcto y la misma carencia de la voluntad necesaria para conseguirlo.
Theo, por su parte, es un personaje dotado de una fuerte PES, percepción extrasensorial. En la novela lo manifiesta adivinando cartas mientras que en la serie será el tacto lo que le transmita sensaciones y conocimientos. Jackson nos deja claro mediante elegantes insinuaciones que ella es lesbiana, lo que supongo resultaba muy difícil de decir en 1959, y esta característica se mantendrá en la serie, mostrándonos en ambos casos un personaje sensual y sensitivo, muy volcado en las percepciones y con una fortísima personalidad que lleva a otro de los personajes a definirla como “un puño con melena”. Será el equilibrio perfecto para nuestro personaje central.
Eleanor, una mujer débil, condicionada por haber tenido que cuidar de su madre enferma durante toda la vida, está marcada por el fenómeno preternatural que vivió en su infancia. La serie mantiene en esencia su carácter pusilánime y la convierte en melliza de Luke, muy apoyada en la fuerza de sus padres y mucho más sensible que otros personajes a la presencia del mal. Es el hilo conductor del que Jackson nos hace tirar para avanzar en el conflicto, estableciendo un enfrentamiento entre la corrupta alma de la casa y la bondad inherente de quienes la visitan. Un juego delicado, ya que Hill House tendrá momentos de violencia, como los golpes recurrentes en el pasillo, y momentos de extraña ternura, resultando memorable en este aspecto la escena en que Eleanor y Theo están acostadas en la oscuridad, tomadas de la mano, consolándose mutuamente... hasta que Eleanor se da cuenta de que Theo está lejos, de que la mano que aferraba con fuerza es la de una presencia sobrenatural. Un pasaje tan evocador y potente que ni la adaptación de Wise ni la actual han podido prescindir de él.
Y es que Hill House no es un lugar destructivo y maligno de manera plana o absoluta. No pensemos en referencias como el castillo de Otranto o la mansión de Bly, lugares en los que el terror gótico se manifiesta como una potencia aniquiladora que escala en fuerza y violencia hasta la resolución del conflicto. Hill House es un enamorado ansioso, un lugar solitario que busca la compañía y el calor humanos. Incluso enviará mensajes a Eleanor, escribiendo en sus paredes las palabras “Eleanor, ven a casa” y atrayendo continuamente su atención hacia la habitación de Abigail, la Habitación Roja en la serie, corazón indiscutible de la mansión. Hill House es por tanto un personaje con entidad propia, un lugar con voz y casi capacidad de diálogo con los humanos que pasean por sus estancias.
La arquitectura de Hill House merece algunas observaciones. Tiene mucho de lovecraftiana en su equívoca geometría. No existen ángulos rectos ni pasillos sin curva o inclinación, las puertas se cierran solas no por fuerzas fantasmales sino por el desnivel de los suelos, y muchas estancias tienen salida a varios sitios o a ninguno. Jackson plantea así una locura, una aberración de base en la creación de la casa, fruto de una mente si no enferma sí al menos anormal. Perspectivas equívocas, dimensiones engañosas y ángulos extraños ayudan a Hill House a mantener sus secretos, consiguiendo que el lector, el espectador, jamás se sienta cómodo en sus habitaciones.
Tal vez por esta capacidad de la casa para incomodarnos antes que asustarnos, Stephen King encontró en ella inspiración para su Overlook y El Resplandor, y la novela se ha convertido en un clásico indiscutible, una referencia para quienes escribimos terror y una serie de calidad innegable que nos reconcilia con el terror clásico, pese a las grandes diferencias entre una y otra. Disfrutemos ambas, recuperemos incluso la versión cinematográfica de Wise, pero tengamos cuidado de no dejarnos arrastrar por el frío y oscuro corazón de Hill House. A fin de cuentas, todo lo que camina por ella, camina solo.

J D Martín


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