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jueves, 19 de marzo de 2020

CARTA DESDE EL APOCALIPSIS

CARTA DESDE EL APOCALIPSIS

Hola de nuevo, paciente y privilegiado lector.
Sí, privilegiado, como yo, porque aún podemos escribir, leer y usar internet para comunicarnos. No lo es todo, pero no es poco, en los tiempos que nos ha tocado vivir.
Sé que estos días todo es más triste, más solitario, más caótico, y creo que pese a ello estamos haciendo las cosas más o menos bien. Más o menos, pero con posibilidades de mejorar mucho. No me refiero a las acciones de los gobiernos, de las grandes y poderosas administraciones, de nuestros referentes sociales. Hablo de ti y de mí.

Sí, la cosa está fatal. Y sí, la mayoría estamos esperando a que los grandes poderes lo resuelvan. Pero sí, podemos hacer algo. Mucho.
Es hora de pensar en las pequeñas tragedias. En ese vecino de avanzada edad que no puede, o no debe, salir de casa para ir a por el pan, a por sus medicinas... tampoco es que cueste mucho trabajo, si nosotros no estamos tan expuestos, traer dos o tres barras más para que él se ahorre el viaje, y el riesgo. Y así ahorrar el riesgo propio de que mañana nos contagie a nosotros, si quieres verlo así.
En ese amigo o conocido al que nunca llamamos por teléfono, con el que nunca hablamos por ningún medio más allá del roce en las redes sociales. A lo mejor un “¿Qué tal todo?” de vez en cuando, una llamada a los familiares, un vídeo gamberro a los compañeros de trabajo, salva a esa persona de la soledad durante un día. Una hora.
Piensa en esa mujer que siempre parece apocada en presencia de su pareja, que suele llevar gafas de sol y visita mucho Urgencias, que siempre tropieza con las puertas. Esa mujer está confinada con ese marido maltratador, y podemos hacer algo, podemos denunciar, podemos hacernos presentes. Hoy, y en cualquier momento.   
Y es que es momento de pequeñas generosidades y pequeños egoísmos. Porque abundarán las tragedias. Siempre ocurre durante el Apocalipsis.
Porque éste es un gran Apocalipsis, sí, pero es también, y tan solo, uno más. Si hace unos meses, paciente lector, me hubieses preguntado cómo me va la vida, te habría dicho que una mierda todo. Que en el último año he perdido una de mis mejores razones para seguir adelante, que la mitad de los días he tenido ganas de tirar el bolígrafo por la ventana, y la otra mitad, de saltar detrás.
Podría hoy decir que aquello, comparado con la actual situación, no era para tanto.
O que ésta es la gota que colma el vaso y que sí, que me tiro por la ventana.
Pero trato de ser objetivo, y es lo que te recomiendo. Cada día tiene sus trabajos, sus victorias y sus tragedias. No perdamos de vista lo importante por ver lo global. Que el bosque no oculte al árbol. Porque es el árbol lo que tenemos más cerca, y por tanto aquello en lo que podemos influir.
Es trabajo de nuestros servidores públicos, empresarios, sindicatos... solucionar los grandes problemas. Y es trabajo nuestro, en este Apocalipsis y en todos los que vengan, recordarles que somos los ciudadanos quienes gobernamos, y son ellos quienes nos representan porque así lo hemos decidido.
Por tanto, no soy partidario de esperar a que todo pase para pedir responsabilidades y explicaciones, para reprochar lo que está mal hecho, las decisiones tardías o exageradas, o para felicitar a quienes nos están salvando. Tenemos el privilegio de poseer las herramientas para sugerir, denunciar, exigir y felicitar en todo momento. Redes sociales, caceroladas, aplausos. Todo es útil para manifestar nuestra opinión sin por ello perturbar el normal funcionamiento de tan anormal situación.
Actuar de forma local, respetando las condiciones del estado de alarma (en el caso de España) y aceptar que este Apocalipsis exige sacrificios es, creo, necesario para minimizarlo, para salir adelante. Pero también lo es seguir diciendo qué queremos, qué necesitamos y qué sugerimos para conseguirlo. La movilización ciudadana no es algo que necesariamente se haga en la calle. Y lo bueno de los Apocalipsis globales, si es que algo tienen, es que ningún político, por mezquino y egoísta que sea, hará oídos sordos a lo que los ciudadanos exigen. Aunque sólo le motive el mantener su poltrona la próxima vez que vayamos a las urnas.
Pero, en mi opinión, este desastre sólo se diferencia del resto en que no hemos interiorizado su paradigma, en su globalidad.
Si mañana, paciente lector, yo muero de un infarto, atropellado por un coche o porque decido tirarme por el balcón, poca gente se dará cuenta y nadie llorará.
Si muero por el virus, seré un número más para la estadística. Se dará cuenta más gente, y nadie llorará.
Así que aprovechemos la ocasión; lloremos a los muertos, apoyemos a quienes pueden parar el problema global, y de la misma forma a quienes lo están pasando mal y no tienen capacidad de cambiarlo; quedémonos en casa, pero no aislados. No ciegos a la soledad, la ansiedad, la incertidumbre de quienes nos rodean. Ellos también pueden mejorar nuestra situación. Es tan fácil como convivir y compartir.
Mañana tendremos que preocuparnos de levantar la economía. Apoyar a esos autónomos y pequeños empresarios que forman la raíz, que alimentan el árbol del que todos somos ramas, más o menos altas. Exigir medidas políticas y macroeconómicas que mejoren la crisis venidera, el siguiente Apocalipsis. Pero también actuar, de nuevo poco a poco, de nuevo en lo cercano. El árbol antes que el bosque, porque proteger el árbol es la única forma de repoblar el bosque.
No olvides, paciente lector, cada drama que te rodea. No olvides que tú puedes mejorarlo. Salvar a una persona no cambia el Mundo, pero cambia el mundo de esa persona.
Como creo que dijo Orwell, lo importante no es permanecer vivo, sino permanecer humano.
Hasta el siguiente Apocalipsis, paciente lector. Tú, sonríe.

J. D. Martín   


13 comentarios:

  1. Magnífico, artista.
    Realmente.
    Un abrazote.

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    1. Gracias, maestro. Me salió, no sé, es de esas veces que uno necesita decir algo y piensa que tal vez ayude a quien lo lea. Abrazote.

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  2. Que sepas que yo lloraría, compañero. Un abrazo enorme y mucho ánimo. Más razón que un santo.

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    1. Un abrazo inmenso, compañero. No te preocupes, vamos a salir adelante.

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  3. Cuantas verdades,te adniro por Silencio y por todas tus letras

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    1. Muchísimas gracias, Bea, pero en realidad soy afortunado porque me leéis y compartís, soy un privilegiado.

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  4. Siempre dando en el clavo, sigues siendo enorme, Tato.

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    1. Muchísimas gracias, aunque lo que tenga de enorme me lo dais al permitirme escribir y leerme (por cierto, el "Unknown" me despista, quién eres?

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    2. Lo imaginé pero... Bueno, joder, que me has alegrado el día.

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    3. Me alegra servir para cosas bonitas, un abrazo.

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  5. Simplemente geniales verdades,mi estimado escritor,estoy segura que tus leteas son las voces sin sonido de muchos de nosotros,gracias,muchas gracias

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Ya podéis comentar tranquilos, sin palabras ilegibles ni más trámites. No os cortéis, vuestras opiniones me vienen muy bien.

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