https://www.youtube.com/watch?v=7toNqgapsOw
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Intramuros
Antes de los Pactos de Guerra,
magos y brujas eran las armas preferidas de los Poderes, capaces de decidir el
curso de una batalla. Hace mucho tiempo de eso, pero los viejos habitantes no
olvidan con facilidad el enfrentamiento que estuvo a punto de destruirles.
Fue una guerra larga y absurda,
como lo son todas.
Fue una guerra justa y
necesaria, como lo son todas.
El punto de vista no depende, al
final, de estar en el bando vencedor o en el de los perdedores, sólo de lo
cerca que se está de la línea del frente.
En aquella guerra el frente
estaba en todas partes. La muerte, como otro ciudadano más, paseaba libre por
la Ciudad, y ni las oscuras callejas ni las avenidas palaciegas resultaban
seguras. Los magos usaban su poder para matar a distancia, o lanzaban hechizos
de combate capaces de diezmar pelotones enteros. Las espadas ya no recordaban
cómo era el interior de sus vainas y los necrófagos engordaban.
Pero la magia tiene un coste y
los magos se debilitaban, morían consumidos por su propio poder o víctimas en
muchos casos de asesinos silenciosos, entrenados para matar como sombras. Ninguno
de los bandos parecía capaz de detener un enfrentamiento cuyo origen apenas era
recordado. No quedaba nadie en quien confiar.
La igualdad de fuerzas hizo que
la guerra se estancase, y los Poderes dependían cada vez más de magos y
hechiceros, mientras que éstos recurrían a los más oscuros de entre los fuertes
para protegerse. Todo era miedo y paranoia. El conflicto se había extendido al
mundo durmiente, un enfrentamiento religioso entre bandos irreconciliables en
el que participaron muchos Despiertos, reforzando sin pretenderlo las
supersticiosas creencias en dioses, ángeles, golems y genios que fortalecieron
las distintas fes y enquistaron el conflicto extramuros.
Los Poderes trataron de romper
ese equilibrio, celosos de la influencia que los conjuradores adquirían y
cansados de tanta muerte. El desarrollo tecnológico fue su recurso, y pronto la
Ciudad y sus alrededores conocieron el horror de los bombardeos, la
arbitrariedad de las minas antipersona, el miedo a los vehículos francotiradores
autónomos o el rugido de las armas repetidoras. Durante meses, las trincheras
se convirtieron en mataderos, las orgullosas torres y los lujosos barrios en
escombros, las armas químicas diezmaron a una población ya castigada, y toda
noción de honor se perdió entre gritos y lágrimas.
Uno de los Poderes fue
destruido.
No era la primera vez que
ocurría, ni fue la última. Ni siquiera los Poderes están más allá de la muerte
definitiva. Pues como fue dicho, con el paso de los extraños eones, incluso la
Muerte puede morir.
Sin embargo, aquella muerte
cambió todo. El bombardeo de uno de los Palacios con un arma tan poderosa que
ni sus propios creadores habían evaluado su fuerza provocó la destrucción del
edificio, la muerte de todos sus ocupantes y la completa devastación de un área
mayor que cualquier ciudad extramuros. Sólo pudo suponerse cuántos ciudadanos
habían fallecido, casi desintegrados, en la explosión y el cataclismo
posterior, un terremoto que pareció sacudir los mismos cimientos de la Ciudad y
poner en peligro el propio Castillo Pendiente.
Espantados por la fuerza
desatada, temerosos de ser los siguientes, y sin saber a ciencia cierta quién
de ellos había desarrollado tan innoble arma, los Poderes se reunieron en el
palacio del Maestro Juez y negociaron los Pactos de Guerra.
Queda prohibido el uso de toda
arma compleja que pueda producir varias víctimas en una sola acción.
Queda prohibido el uso de
conjuros de combate contra enemigos vivos y de reanimación, resurrección o
alzamiento si los alzados participan de nuevo en el combate.
Queda prohibido el uso de
artefactos explosivos complejos.
Queda prohibido el uso de medios
aéreos para el bombardeo.
Queda prohibido el uso de
venenos, gases tóxicos y armas químicas.
Muchas otras prácticas de guerra
fueron eliminadas o reguladas en los pactos. Desde entonces, la guerra volvió a
ser algo honorable entre los habitantes de la Ciudad. O al menos, algo menos
sucio y menos letal. Sin embargo, muchas de las disposiciones estaban más
encaminadas a la protección de la Ciudad que a la de los soldados en liza. Y
muchos pensaron que era la propia conciencia de la Ciudad, inmensa como sus
calles, oscura como sus rincones, tal vez ficticia como sus leyendas, la que
había actuado para preservarse a sí misma. Muchos de entre los más sabios
temieron incluso que las reglas de los Pactos no fuesen más que órdenes dadas
por una fuerza más allá de los Poderes, tan por encima de ellos que resultaba
imposible percibirla, una fuerza que se limita a permitir a los habitantes que
vivan sus vidas.
Otros muchos consideraron
locuras y fantasía estas opiniones. Los pactos fueron firmados, y la alquimia,
la forja y otras artes renovaron su carácter civil o, en todo caso, dedicado a
la defensa.
Los conjuradores y hechiceros,
lejos de perder su poder, adquirieron con el tiempo nueva relevancia. En lo
concerniente a la batalla, se convirtieron en defensores y curanderos, tan
necesarios en la retaguardia como antes lo fueron en el frente. Sus hechizos
estaban ahora dedicados a preservar las vidas de sus aliados antes que a acabar
con el enemigo. Y los más inteligentes de ellos lograron hacer ambas cosas a la
vez, sorteando las directrices de los pactos. Porque la sabiduría no está en la
acumulación de conocimiento, sino en su aplicación práctica.
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Alucinada estoy con las reglas del "juego"! Esto promete, a ver cómo resuelves ir deshaciendo entuertos -lo de los guerreros pàjaro y la brea del capítulo anterior!!!-
ResponderEliminar...sorteando las directrices de los pactos... ^-^
Es un desafío interesante... y tendrá su peso en nuestra historia, querida Rosa, ya que siempre que existen reglas, existen formas de aprovecharse de ellas. Es, tal vez, nuestra naturaleza.
EliminarCuando comencé a leer, como siempre, puse la música elegida de fondo, ya la conocía ("La profecía" fue mi primer libro de terror... aún no olvido cómo me sentí... y obviamente, la curiosidad fue más fuerte y ví la película repetidas veces...), y debo decir que me esperaba algo más "terrorífico", pero reflexionando (me sucede cuando te leo, y eso es bueno!), hay algo que lo sea aú más que la guerra??... y más si pensamos, que los "Poderes" se reunen a concordar "Pactos de guerra" como si se tratara de un juego de mesa... por lo cual, una vez más, acertada elección musical para este capítulo.
ResponderEliminarCreo que esto encierre una gran verdad, y un punto de reflexión:
"...Fue una guerra larga y absurda, como lo son todas.
Fue una guerra justa y necesaria, como lo son todas.
El punto de vista no depende, al final, de estar en el bando vencedor o en el de los perdedores, sólo de lo cerca que se está de la línea del frente...."
Como siempre, espero más puertas, muchas más.
Un beso.
La novela de Seltzer es desde luego una obra maestra de lo terrorífico, y una gran reflexión, creo, sobre la inocencia y la maldad, sobre nuestra capacidad de elegir un camino, si estamos destinados a esa maldad o si la misma inocencia existe. Por estas razones me pareció que la música resultaba apropiada a este capítulo. Ponerle reglas a la guerra puede ser un intento de acabar con ella, como ocurrió con nuestros Pactos de Ginebra y nuestra Sociedad de Naciones, o un intento de sacar ventaja en ella, como el pacto de no agresión entre Rusia y las potencias centrales de la I Guerra Mundial. Bondad y crueldad en similares contextos...
EliminarUn abrazo.
Estos límites son necesarios, tienes razón. Correría el peligro de caer en el abracadabra si no existiesen así que... bueno, hay que intentar que funcionen. Trabajo en ello con muchas ganas gracias a vuestro empuje.
ResponderEliminarLa idea es conceptualmente muy interesante y el poder leer una parte sin estar atado al todo y estando vinculado a la ves es de una gran riqueza, sobre todo para un formato como este. Permite engancharse aunque se llegue tarde. Hablando del texto, se intuye un mundo de una gran riqueza y complejidad. Una fantasía con bombas y armas químicas que resulta llamativa.
ResponderEliminarGracias, Sandra. Intento que el conjunto sea mejor que la suma de las partes, y agradezco vuestra visita y vuestra opinión. Y vuestra crítica, por supuesto. Un abrazo.
EliminarLa historia me remite a LeGuin o a Tolkien el utilizar el recurso de una ciudad para unir todos los conceptos. Lejos de ser una crítica es un profundo elogio a esa capacidad de vislumbrar y mostrar un mundo complejo en sí mismo pero que en un momento todo se une en una solución; "la sabiduría no está en la acumulación de conocimiento, sino en su aplicación práctica" Esa sola frase es una biblia a seguir. Mi nombre es Pablo. Gracias
ResponderEliminarGracias, Pablo. Dos autores a los que admiro, innegablemente. Sin duda esa capacidad de la que hablas les hace especiales, entre otras cosas. En mi caso es un intento más humilde, pero que avanza gracias a vuestras visitas y comentarios. Gracias y un saludo.
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