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miércoles, 22 de julio de 2015

EL INSUMERGIBLE SAM

EL INSUMERGIBLE SAM




Como ya sabes, paciente lector, soy de los que tratan de documentarse con cierta coherencia a la hora de escribir mis historias. Prefiero que los errores se deban a mi falta de talento y no a mi pereza.
En ese trabajo de documentación se encuentra uno con historias bastante horribles. Qué decirte, por ejemplo, de mis lecturas sobre el combate en trincheras y los gases tóxicos en la Primera Guerra Mundial para el capítulo en que muere Agustín Deza. Pero, por suerte o por maravilla, a veces me encuentro con anécdotas curiosas, simpáticas y estimulantes. Hoy quiero compartir contigo una de ellas, ocurrida durante la Segunda Guerra Mundial.

El acorazado Bismarck, uno de los más poderosos y modernos barcos de su época, llevaba tiempo hundiendo barcos del bando aliado con total impunidad. Su tonelaje, su armamento, su evolución técnica le hacían superior a las naves americanas y británicas, de modo que se montó una operación de caza bastante costosa y en cuyos detalles no entraré. Digamos sólo que se trataba de una pesadilla de acero de 250 metros de largo, fuertemente armada. Entre sus dos mil tripulantes había uno ciertamente particular. Un gato blanco y negro, adoptado al parecer por la tripulación que lo encontró vagabundeando en algún muelle perdido, y que recibió el nombre de Oskar. Hasta tenía un collar con su nombre.
Cabe imaginar lo estresante de la vida de Oskar, alertado y molestado por los cañonazos, las alarmas y combates, aunque también mimado por dos mil marineros que, a fin de cuentas, eran unos jóvenes aislados de sus casas, sus familias y sus afectos. Entre unas cosas y otras, a Oskar no parece irle mal.
Se le complicó la vida el día 27 de mayo de 1941, cuando el titánico acorazado fue hundido por la flota aliada. La batalla, si te gustan esas cosas, merece espacio propio en la historia de la guerra. Pero hablábamos de Oskar.
El HMS Cossack, destructor británico, recogió a supervivientes del Bismarck, encontrándose entre ellos al gato Oskar, que se mantenía a flote sobre un madero. Imagino que helado –el combate se produjo en el Atlántico norte- y bastante cabreado. Es ya curioso y meritorio que Oskar saliese vivo de aquella, teniendo en cuenta que sólo 114 tripulantes del acorazado lo consiguieron y que él no tenía ni chaleco salvavidas.
Los marineros del Cossack adoptaron a Oskar, aunque le cambiaron el nombre por Sam, más inglés, y el animal pudo seguir su vida regalada hasta octubre de ese año. Entonces un submarino alemán torpedeó al HMS Cossack, provocando su hundimiento. Por suerte para muchos tripulantes y para Sam, el portaaviones Ark Royal andaba por allí cerca. El gato subió a uno de los botes salvavidas, supongo que ayudado por los marineros, y fue rescatado. Como curiosidad, este portaaviones había participado en el hundimiento del Bismarck. Parece que fue tras este, su segundo naufragio, fue cuando Sam se convirtió para los marineros británicos en “el insumergible”. Su fama y el aprecio que le tenía la tripulación fueron tales que, aunque se le permitía pasear por tierra cuando el buque tocaba puerto, había órdenes del capitán de no zarpar sin él a bordo.
Lo que son las cosas, Sam parecía guardar toda la suerte para sí mismo. Algún tiempo después, el Ark Royal fue alcanzado por un submarino alemán, igual que su anterior barco, y acabó bajo las aguas. De nuevo el gato estuvo entre los supervivientes.
Esta fue su última singladura, y se convirtió en la mascota de un hogar de marineros retirados en Irlanda, donde vivió plácidamente hasta que le llegó la muerte natural. Pocos marinos de la Segunda Guerra pueden presumir de tal suerte.

  

2 comentarios:

  1. En efecto compi, sonrisa tierna (no me la arrancas, te la regalo gustosa). ¡No embarcaría con Oskar-Sam a bordo de nada ni aunque me lo ordenaran dos mil capitanes de la armada! Una historia genial en la que confirmas la fama de que los gatos tienen siete vidas y lo que es más importante, que la magia existe (casi lo había olvidado). Abrazo sonriente.

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    1. Creo que yo tampoco embarcaría. O no me separaría mucho de él, para compartir bote salvavidas. Pero ya ves, la magia, la maravilla, está en todas partes. Sólo hay que mirar con los ojos adecuados ;)

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Ya podéis comentar tranquilos, sin palabras ilegibles ni más trámites. No os cortéis, vuestras opiniones me vienen muy bien.

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